MÁS ALLÁ DE UNA ENFERMEDAD AUTOINMUNE

Descubre cómo tus síntomas tienen un sentido,
cómo comprender las señales del cuerpo y
recuperar el equilibrio perdido.

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DONDE OTROS VEN UN LÍMITE,
EXISTE UNA POSIBILIDAD.

Vivir con una enfermedad autoinmune puede sentirse como vivir dentro de una jaula invisible: a veces el dolor, el cansancio o el peso del diagnóstico parecen ocuparlo todo.

Pero tu cuerpo no está roto. Cada célula, cada síntoma responde a un sentido biológico profundo: la expresión de un conflicto que busca completarse.

Más allá de los protocolos médicos, existe otro camino: una medicina que permite escuchar lo que tu cuerpo comunica, comprender los conflictos que lo afectan y volver a reconocerte más allá de la etiqueta que recibiste.

Aquí encontrarás un espacio para explorar lo que la enfermedad quiere decirte, abrir paso a nuevas comprensiones y recuperar la confianza en tu capacidad de transformación.

No se trata de prometer curas milagrosas. Se trata de recordar que existe la posibilidad real de sanar, sustentada en la biología de tu cuerpo y en sus leyes naturales, y que ese viaje empieza contigo.

Sobre mí

Hola, soy Esperanza

Terapeuta especializada en enfermedades autoinmunes. Hace más de 15 años fui diagnosticada con dos enfermedades autoinmunes que transformaron mi vida por completo.

A través de mi propio proceso aprendí a recuperar mi cuerpo, mi salud y mi bienestar, y hoy acompaño a mujeres que quieren hacer lo mismo: entender su enfermedad y reconectarse con su cuerpo para transformar su salud y su vida.

Si quieres leer más sobre mi historia y el camino que me trajo hasta hoy, pincha aquí.

Fotografía de Esperanza de la Torre mirando hacia lo lejos sentada en una duna.

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Mi recomendación es que utilices este espacio como un mapa que te ayude a hacer un viaje muy especial. y para ello, para que puedas iniciar ese viaje y ser parte activa de tu proceso, te dejo varios recursos que te van a facilitar dar los primeros pasos:

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La última viñeta en forma de flor que da entrada a uno de los pasos que puedes dar si has llegado hasta ahí.

Si sientes que éste es tu camino y es lo que necesitas, puedes iniciar un proceso de acompañamiento conmigo en el que pondré a tu servicio todo lo que me ayudó a mí a hacer esta transformación curativa y todo lo que he ido aprendiendo a lo largo de estos años. SOBRE LAS SESIONES INDIVIDUALES

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𝐍𝐨 𝐞𝐬 𝐭𝐮 𝐜𝐮𝐥𝐩𝐚 𝐭𝐞𝐧𝐞𝐫 𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐧𝐟𝐞𝐫𝐦𝐞𝐝𝐚𝐝. No es un fallo de tu fuerza de voluntad, ni un error de tu mente.

Tu cuerpo actúa con precisión, 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐲𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚𝐭𝐞𝐠𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐩𝐞𝐫𝐯𝐢𝐯𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 que van más allá de lo que alcanzas a comprender. Cada síntoma, cada tensión, cada alarma interna tiene un sentido claro: proteger, anticipar, preservar.

No se trata de “controlar” o “superar” el dolor. 𝐒𝐞 𝐭𝐫𝐚𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐞𝐫 𝐥𝐚 𝐬𝐚𝐛𝐢𝐝𝐮𝐫í𝐚 𝐝𝐞 𝐭𝐮 𝐛𝐢𝐨𝐥𝐨𝐠í𝐚 𝐲 𝐨𝐟𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫𝐥𝐞 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐢𝐭𝐚: seguridad, espacio y presencia. 🌟

Cuando lo haces, 𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐬𝐭𝐞𝐦𝐚 𝐧𝐞𝐫𝐯𝐢𝐨𝐬𝐨 𝐝𝐞𝐣𝐚 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫 𝐞𝐧 𝐠𝐮𝐚𝐫𝐝𝐢𝐚 🌿, y la energía que sostenía la enfermedad puede liberarse.

La sanación no es un acto de fuerza de voluntad. Es un ritual de presencia: mirar con atención, aceptar con respeto y acompañar con amor la respuesta de tu organismo. Allí donde muchos ven un obstáculo, el cuerpo ve protección; 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨𝐬 𝐯𝐞𝐧 𝐞𝐧𝐟𝐞𝐫𝐦𝐞𝐝𝐚𝐝, 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐯𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚𝐭𝐞𝐠𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐩𝐞𝐫𝐯𝐢𝐯𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚.

𝐒𝐚𝐧𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐧𝐟𝐞𝐫𝐦𝐞𝐝𝐚𝐝 𝐞𝐬 𝐮𝐧 𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐜𝐡𝐚𝐦á𝐧𝐢𝐜𝐨. Es leer los signos invisibles, interpretar la señal de tu biología y permitir que tu organismo vuelva a un equilibrio que nunca dejó de buscar.

Así que la verdadera sanación empieza 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐩𝐞𝐥𝐞𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐭𝐢 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 y te conviertes en guardiana consciente de tu propia biología.

¿Estás lista? (Te leo en comentarios) 🙏🏻✨🐍
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Esto es lo que atraviesas cada día, 𝐚𝐮𝐧𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐚𝐬𝐢 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐥𝐨 𝐯𝐞𝐚. Y no hay ni una pizca de exageración.

Has pasado por médicos, análisis y diagnósticos que llegan tarde o nunca. Has sentido alivio cuando por fin le pusieron nombre a tu dolor, y, justo después, 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐞𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐧𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐪𝐮é 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫 con él. 💭

Y aun así, 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐠𝐚𝐬 𝐟𝐮𝐧𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐧𝐝𝐨.
Como si exageraras.
Como si te lo inventaras.
Como si no bastara con cargar tu cuerpo cada día.

Yo también pasé por ahí. Dos diagnósticos autoinmunes me enseñaron 𝐥𝐨 𝐢𝐧𝐯𝐢𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐞𝐫𝐬𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐮𝐣𝐞𝐫 cuando su cuerpo duele y nadie sabe qué hacer con eso. 🤍

Ahí entendí que 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐧𝐨 𝐞𝐧𝐟𝐞𝐫𝐦𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐭𝐢, sino para ti. ✨

Por eso te lo digo desde ese lugar: no, no se habla suficiente.
No del 𝐜𝐚𝐧𝐬𝐚𝐧𝐜𝐢𝐨 que atraviesa los huesos,
ni del 𝐦𝐢𝐞𝐝𝐨 que aprieta el pecho,
ni del 𝐞𝐬𝐟𝐮𝐞𝐫𝐳𝐨 invisible que haces por mantenerte en pie.

Pero todo 𝐞𝐬𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐞 𝐝𝐞𝐫𝐫𝐨𝐭𝐚 es también camino. La enfermedad no vino a destruirte, vino a revelarte. 💫

Esa es la puerta de salida: empezar a entender lo que tu cuerpo grita 🔥 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐦á𝐬 𝐥𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐢𝐞𝐧𝐝𝐞.

Y, 𝐬𝐢 𝐞𝐥𝐢𝐠𝐞𝐬 𝐚𝐭𝐫𝐚𝐯𝐞𝐬𝐚𝐫 𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐮𝐞𝐫𝐭𝐚, te acompaño a traducir ese lenguaje y a reconciliarte con la fuerza que aún vive en ti. 🌿 Mándame un mensaje privado y hablamos sin compromiso.
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#enfermedadesautoinmunes #enfermedadautoinmune #enfermedadesinvisibles #autoinmune #autoinmunes #cronico #hepatitisautoinmune #miasteniagravis #artritisreumatoide #artritis #reuma #reumaticas #sindromedesjogren #sjogren #sjögren #tiroides #tiroiditisautoinmune #conflictoemocional #quierosanar #incomprensión #celiaca
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A muchas personas que se sienten mal desde hace tiempo, sin entender del todo qué les ocurre, no solo les duele el cuerpo. 𝐋𝐞𝐬 𝐝𝐮𝐞𝐥𝐞 𝐬𝐞𝐫 𝐢𝐧𝐯𝐢𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞𝐬 para quienes deberían verlas: los médicos, el sistema, la autoridad que se supone que las respalda.

He visto cómo personas que están verdaderamente mal no obtienen un diagnóstico porque las pruebas no lo muestran. Y lo que más duele no es la falta de un diagnóstico (que también por mucho que solo sea una etiqueta), sino la falta de reconocimiento: el 𝐧𝐨 𝐬𝐞𝐫 𝐭𝐨𝐦𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐬𝐞𝐫𝐢𝐨, el sentir que su palabra no tiene peso, que su problema carece de lugar.

Cuando te diagnostican, existe ese pacto tácito, como si dijera “𝒔𝒆 𝒂𝒅𝒎𝒊𝒕𝒆 𝒕𝒖 𝒎𝒂𝒍𝒆𝒔𝒕𝒂𝒓” (cojamos esto con pinzas porque, muchas veces, incluso con diagnóstico no ocurre así).

Pero, cuando las pruebas no dicen nada, cuando no hay diagnóstico, muchas veces ese permiso no existe y el mundo te devuelve dudas: “¿𝐫𝐞𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐚𝐧𝐭𝐨? ¿qué raro eso que tienes, no? ¿no será psicológico?”.

Y tú, que sientes todo el peso de tu cuerpo y de tu vida, muchas veces empiezas a preguntarte lo mismo.

Lo que la gran mayoría de los profesionales de la salud (y la gente en general) no comprenden es que las personas buscan algo más que alivio físico. Buscan ser creídas, ser vistas, que alguien diga: “𝐬é 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭á𝐬 𝐯𝐢𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐲 𝐭𝐞 𝐜𝐫𝐞𝐨”.

Cuando eso no ocurre, se abre una herida que quema por dentro. La desvalorización se mezcla con la incertidumbre, con el dolor, con la frustración. Empiezas a luchar por tu propia verdad, 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐧𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐯𝐞𝐧𝐜𝐞𝐫 𝐚𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 de que lo que te pasa es real. Y esa lucha desgasta tanto como la enfermedad misma.

Y llega un momento en el que te das cuenta: ninguna prueba, ningún diagnóstico ni ninguna mirada externa va a darte el reconocimiento que llevas tanto tiempo buscando. Porque no se trata de que el mundo te vea, sino de 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐩𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐜𝐫𝐞𝐞𝐫 𝐞𝐧 𝐭𝐢.

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Cuando llega una enfermedad crónica, muchas personas oscilan entre dos movimientos internos que parecen opuestos, pero que, en realidad, 𝐧𝐚𝐜𝐞𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐯𝐚𝐜í𝐨 𝐞𝐦𝐨𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥 y de estrategias de supervivencia profundamente arraigadas.

👉🏻𝐋𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐞𝐝𝐞 𝐚𝐥 𝐚𝐠𝐨𝐭𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐲 𝐚𝐧𝐡𝐞𝐥𝐚 𝐬𝐞𝐫 𝐜𝐮𝐢𝐝𝐚𝐝𝐚…
Suele haber una historia de haber tenido que ser 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐦𝐚𝐬𝐢𝐚𝐝𝐨 𝐩𝐫𝐨𝐧𝐭𝐨, o de haber sido vista solo cuando se mostraba frágil. En el presente, cuando llega la enfermedad o el cansancio, aparece una necesidad antigua: “Que alguien, por fin, se encargue de mí.”

No es flojera ni victimismo, sino la manifestación de 𝐮𝐧 𝐬𝐢𝐬𝐭𝐞𝐦𝐚 𝐧𝐞𝐫𝐯𝐢𝐨𝐬𝐨 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞𝐜𝐚𝐫𝐠𝐚𝐝𝐨 que ya no puede sostener el rol del control o la autosuficiencia.

👉🏻 𝐋𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐲 𝐬𝐞 𝐚𝐟𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐚 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐝𝐞𝐩𝐞𝐧𝐝𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚…
Suele provenir de un entorno donde 𝐝𝐞𝐩𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐞𝐫𝐚 𝐩𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨𝐬𝐨 𝐨 𝐢𝐧ú𝐭𝐢𝐥: “Si me muestro necesitada, me fallan o me rechazan.”

El cuerpo aprendió a sobrevivir desconectándose del impulso de pedir, conteniendo la vulnerabilidad para no exponerse a la decepción.

Ambas nacen del intento de proteger una parte vulnerable que 𝐧𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐟í𝐚 𝐞𝐧 𝐬𝐞𝐫 𝐬𝐨𝐬𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐚 𝐬𝐢𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬. Y ambas fueron, en su momento, respuestas inteligentes a un entorno que no supo sostener la necesidad.

El cuerpo, a través de la enfermedad, impone una pausa. Y en esa pausa, suele emerger todo lo que durante años se sostuvo a base de esfuerzo y resistencia. Porque, a veces, el cuerpo se convierte en el único lugar donde 𝐞𝐬𝐚 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐞𝐱𝐩𝐫𝐞𝐬𝐚𝐫𝐬𝐞.

No se trata de elegir entre fuerza o entrega, independencia o necesidad. El proceso de transformación pasa por reconocer ambas fuerzas como legítimas y comprender 𝐪𝐮é 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐭𝐢 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚𝐫 cada una.

Identificarlas es el primer paso; el siguiente es sostener esa observación en el cuerpo 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐣𝐞 𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐫 𝐩𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨𝐬𝐨 permitir que otra parte de ti exista.

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Existe una ilusión que pocas veces se nombra: la sensación que tienen muchas personas de que, al enfermar de algo crónico, finalmente recibirán el cuidado y la atención que quizás no recibieron en el pasado; 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐮 𝐟𝐫𝐚𝐠𝐢𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐡𝐚𝐠𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐞𝐧𝐬𝐞𝐧 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐟𝐚𝐥𝐭ó. (Yo también lo viví).

Alguien que:

1. Se dé cuenta de que 'lo normal' para los demás, para ti es una montaña;

2. Te obligue a descansar sin culpa, entendiendo que tu energía es un recurso limitado, no un capricho;

3. 𝐓𝐞 𝐝𝐢𝐠𝐚 "𝐲𝐚 𝐞𝐬 𝐬𝐮𝐟𝐢𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐝é𝐣𝐚𝐦𝐞 𝐚 𝐦í", porque tu cuerpo ya lo está gritando con cada síntoma;

4. Te salve de la trampa de la autoexigencia, de esa voz que insiste en que 'podrías hacer más' cuando lo que de verdad necesitas es ser, sin hacer nada.

Esa ilusión tiene una raíz muy humana: el deseo antiguo de ser sostenidas, vistas, atendidas.

En la mayoría de los casos, 𝐞𝐧𝐟𝐞𝐫𝐦𝐚𝐫 𝐧𝐨 𝐜𝐚𝐦𝐛𝐢𝐚 𝐥𝐚 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐦á𝐬 𝐧𝐨𝐬 𝐭𝐫𝐚𝐭𝐚𝐧. Quienes no estuvieron presentes cuando más los necesitabas, probablemente seguirán ausentes ahora.

Entonces, la enfermedad deja de ser alivio y muestra su verdad más cruda: ni siquiera trae el amor, la atención ni el reconocimiento que tanto se anhelaban. En cambio, 𝐝𝐞𝐬𝐧𝐮𝐝𝐚 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐟𝐚𝐥𝐭ó, reflejando con precisión la herida original: la necesidad de ser vistas, cuidadas, sostenidas.

Así que, 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚 𝐚 𝐫𝐞𝐬𝐜𝐚𝐭𝐚𝐫𝐭𝐞, cuando la habitación está en silencio y el mundo sigue girando como si nada, ¿qué se siente en el cuerpo y en el alma?

Un cansancio que duele hasta en los huesos. Una rabia silenciosa porque tu lucha es invisible. 𝐋𝐚 𝐬𝐨𝐥𝐞𝐝𝐚𝐝 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐜𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐩𝐞𝐬𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐭𝐢.

Hablo de esto no solo porque lo viví, sino porque es un patrón que veo constantemente en consulta: mujeres sensibles y brillantes que se descubren a sí mismas esperando que, por fin, 𝐬𝐮 𝐟𝐫𝐚𝐠𝐢𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐨𝐛𝐥𝐢𝐠𝐮𝐞 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐦á𝐬 𝐚 𝐫𝐞𝐩𝐚𝐫𝐚𝐫 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐮𝐯𝐨 𝐫𝐨𝐭𝐨.

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