top of page
Buscar

Cuando nada (de lo que lees) te funciona, y cómo unas Navidades empecé a darme cuenta de que algo no

El martes escribía el post Cómo sobrevivir a los excesos navideños – Cuatro trucos infalibles (si no te lo has leído, te lo recomiendo porque quedan muchas fiestas por celebrar y te puede ser muy útil). Sin embargo, según lo estaba publicando, estaba pensando en todas esas personas a las que no le iba a funcionar todo lo que había escrito, todas esas mujeres a las que no iba a poder llegar. Fue entonces cuando supe que tenía que escribir una especie de segunda parte de ese post y hablar sobre cuando nada de lo que lees te funciona.

∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨∧∨

Como te decía, el martes compartía contigo tres trucos muy valiosos para poder controlar lo que comes, de modo que esos kilos que siempre aparecen al finalizar las fiestas no hagan acto de presencia, o al menos que sean menos de lo habitual. Y como te comentaba al iniciar este post, según lo publicaba me daba cuenta de que estaba dirigido a un grupo determinado de mujeres.

Entonces, me di cuenta de que, si compartía con distintas mujeres estos trucos, me iba a encontrar una gran variedad de respuestas y situaciones. Y me puse a analizar.

Habría mujeres que me dirían que sí, que hacen exactamente eso o cosas muy parecidas, y que lo llevan haciendo toda la vida. En este grupo están esas mujeres que pasan por las fiestas como quien pasa por una semana más. Son mujeres que tienen unos hábitos creados que aplican sin prácticamente trabajo alguno, mujeres que saben lo que tienen que hacer para mantenerse en su peso ideal y no coger unos kilos extras en fechas tan señaladas, pero que también saben disfrutar de la comida.

Por otra parte, estoy segura de que encontraría mujeres que me dirían que sí, que conocen esos trucos, pero que, cuando terminan las fiestas no ha habido forma de evitar coger unos cuantos kilos de más. Si eres una de esas mujeres, te lanzo la siguiente pregunta:

Contenido

» ¿Pones en práctica esos trucos…de verdad? «

Es decir, ¿realmente los has probado? La mayoría de las veces la respuesta, si indagas bien, es no. De modo que, si eres de esas mujeres que cuando has leído una de mis recomendaciones has pensado que ya lo habías probado y que no te servían, tienes que analizar si es así y, de no serlo, probarlo realmente. Es un ejercicio de sinceridad importante, que muchas veces nos negamos a hacer. Sin embargo, si te percatas de que no has puesto en práctica estos trucos y decides darles una oportunidad, entonces notarás la diferencia cada vez que tengas una reunión o celebración.

Ahora bien, también habría otro grupo de mujeres bastante grande, en el que quizá tú estés entre ellas. Mujeres que, aún siendo conscientes de que están esos trucos y de que les pueden ser de gran utilidad, no pueden ponerlos en práctica porque hay algo superior a ellas que se los impide, algo que, cuando están delante de la mesa con todas esas cosas ricas que comer, simplemente se olvidan de todo y dan rienda suelta a algo que está por encima de su voluntad y de su lógica. En estos casos, obviamente, hay que hacer un trabajo distinto.

Recuerdo como eran mis celebraciones de Navidad hace ya unos cuantos años. Bueno, las Navidades y cualquier evento en el que hubiera comida de por medio. Durante el día hacía todo lo posible para evitar comer mucho e incluso me prohibía comer los premios dulces que me daba cuando lo consideraba oportuno. Algunas veces no lo conseguía y comía como habitualmente, es decir, con ingredientes que no me nutrían, que me engordaban y que me restaban cantidades ingentes de energía y de salud. Y recuerdo una cena de Fin de año. Yo era capaz de comer hasta reventar. Recuerdo tener un plato delante, pero no utilizarlo para servirme lo que iba a comer (algo que es fundamental para saber las cantidades que estás ingiriendo), sino que comía y comía sin control. Y, como en todas, una vez terminada la cena, llegaban los dulces navideños y comía también. Nos quedamos en la sobremesa y seguí comiendo trocitos de turrón, un mantecado de canela, otro mantecado de no sé qué, peladillas hasta que no quedaba ni una sola… He de decir que algunas veces había algo que me permitía parar, y era recordar cualquiera de los tropecientos cólicos de vesícula que sufría cuando comía más de lo normal o cuando mi cuerpo me mandaba señales que ignoraba totalmente. Pero esa noche fue distinta. De repente fui capaz de oír un susurro que me decía que parara, que esa no era la solución. Pero yo no sabía cómo parar, no sabía cómo salir de ese círculo vicioso. Y fue cuando supe que ese susurro que había empezado a escuchar. no iba a desaparecer hasta que encontrara la solución. Y así fue. Cuando terminamos la celebración y me preparaba para irme a casa a dormir ya, recuerdo sentirme llenísima, pero a la vez también sentirme extremadamente vacía: llena porque mi estómago no permitía ya la entrada de un sólo microgramo más de comida, y vacía porque sabía que eso no tenía sentido, que esa forma de comer sin control (aunque aparentemente controlaba la velocidad con la que ingería la comida de cara a la galería), no era una buena señal.


girl-690327_1280

Ahora, pasado el tiempo, sé que me encontraba  muertita de hambre, pero no de una hambre física, sino de una hambre emocional. Cuando tenemos hambre física, es porque nuestro cuerpo necesita combustible. Si no podemos elegir, y nos ponen por delante una manzana, nos la comemos sin dudarlo porque nuestro cuerpo sabe que con esa manzana soluciona su problema. Sin embargo, con la hambre emocional todo es distinto. En estos casos, realmente quien necesita alimento es tu alma y tu corazón (o como quieras llamar a esa parte que va más allá de tu parte física).

» ¿Qué hacemos cuando tenemos ese tipo de hambre? «

Pues un trabajo totalmente diferente. Aquí los trucos, como te comentaba anteriormente, no funcionan. No es algo tan simple, no es seguir unas pautas concretas que sirvan igual para cualquier mujer. En ese caso tendrás que analizar por qué estás comiendo compulsivamente, es decir, con ansia y sin hambre real. No hace falta comer a dos manos y escondiéndose uno de todos para estar comiendo compulsivamente.

En estos casos la clave está en tomar conciencia. De la conciencia me oirás hablar mucho, porque es el punto de partida de cualquier proceso de cambio. Así que te tienes que hacer la pregunta siguiente:

» ¿Qué es lo que me está llevando a seguir comiendo aunque ya hace un buen rato que mi estómago está lleno? «

Si consigues tomar conciencia de lo que hay detrás de ese acto, habrás dado un paso de gigante. No acalles esa voz, simplemente, mientras vas cogiendo cada nuevo bocado, piensa por qué lo estás haciendo. Sin esto, ningún truco ni ninguna historia te servirá. Te lo aseguro. Muy probablemente no obtengas respuestas sobre la marcha. Pero date tiempo, sé paciente y haz un esfuerzo para saber qué representa cada bocado.

Y ten en cuenta una cosa: cada mujer es un mundo (qué bonito que sea así ¿verdad?). Una puede percatarse de que bebiendo un vaso de agua deja de tener ese ligero dolor de cabeza y desaparece ese vacío en el estómago que le tenía a punto de comer un mantecado; y otra no entender por qué sigue comiendo sin tener la más mínima sensación de hambre desde hace ya un buen rato.

No hay soluciones milagrosas, pero también es verdad que tienes que empezar por dar ese paso fundamental: hacer una toma de conciencia. Ese primer paso te llevará a dar otros muchos con los que conseguirás una de las cosas más importantes: empezar a sentirte en paz contigo misma y con el mundo.

Espero que esto te permita empezar ese viaje de autodescubrimiento y cambio hacia una vida más plena.

Un abrazo y felices fiestas,


PD: si crees que este artículo le puede resultar de utilidad a otra persona, imagínate la alegría que le vas a dar si se lo haces llegar 😉 Comparte y regala amor.

0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page