El martes escribÃa el post Cómo sobrevivir a los excesos navideños – Cuatro trucos infalibles (si no te lo has leÃdo, te lo recomiendo porque quedan muchas fiestas por celebrar y te puede ser muy útil). Sin embargo, según lo estaba publicando, estaba pensando en todas esas personas a las que no le iba a funcionar todo lo que habÃa escrito, todas esas mujeres a las que no iba a poder llegar. Fue entonces cuando supe que tenÃa que escribir una especie de segunda parte de ese post y hablar sobre cuando nada de lo que lees te funciona.
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Como te decÃa, el martes compartÃa contigo tres trucos muy valiosos para poder controlar lo que comes, de modo que esos kilos que siempre aparecen al finalizar las fiestas no hagan acto de presencia, o al menos que sean menos de lo habitual. Y como te comentaba al iniciar este post, según lo publicaba me daba cuenta de que estaba dirigido a un grupo determinado de mujeres.
Entonces, me di cuenta de que, si compartÃa con distintas mujeres estos trucos, me iba a encontrar una gran variedad de respuestas y situaciones. Y me puse a analizar.
HabrÃa mujeres que me dirÃan que sÃ, que hacen exactamente eso o cosas muy parecidas, y que lo llevan haciendo toda la vida. En este grupo están esas mujeres que pasan por las fiestas como quien pasa por una semana más. Son mujeres que tienen unos hábitos creados que aplican sin prácticamente trabajo alguno, mujeres que saben lo que tienen que hacer para mantenerse en su peso ideal y no coger unos kilos extras en fechas tan señaladas, pero que también saben disfrutar de la comida.
Por otra parte, estoy segura de que encontrarÃa mujeres que me dirÃan que sÃ, que conocen esos trucos, pero que, cuando terminan las fiestas no ha habido forma de evitar coger unos cuantos kilos de más. Si eres una de esas mujeres, te lanzo la siguiente pregunta:
Contenido
» ¿Pones en práctica esos trucos…de verdad? «
Es decir, ¿realmente los has probado? La mayorÃa de las veces la respuesta, si indagas bien, es no. De modo que, si eres de esas mujeres que cuando has leÃdo una de mis recomendaciones has pensado que ya lo habÃas probado y que no te servÃan, tienes que analizar si es asà y, de no serlo, probarlo realmente. Es un ejercicio de sinceridad importante, que muchas veces nos negamos a hacer. Sin embargo, si te percatas de que no has puesto en práctica estos trucos y decides darles una oportunidad, entonces notarás la diferencia cada vez que tengas una reunión o celebración.
Ahora bien, también habrÃa otro grupo de mujeres bastante grande, en el que quizá tú estés entre ellas. Mujeres que, aún siendo conscientes de que están esos trucos y de que les pueden ser de gran utilidad, no pueden ponerlos en práctica porque hay algo superior a ellas que se los impide, algo que, cuando están delante de la mesa con todas esas cosas ricas que comer, simplemente se olvidan de todo y dan rienda suelta a algo que está por encima de su voluntad y de su lógica. En estos casos, obviamente, hay que hacer un trabajo distinto.
Recuerdo como eran mis celebraciones de Navidad hace ya unos cuantos años. Bueno, las Navidades y cualquier evento en el que hubiera comida de por medio. Durante el dÃa hacÃa todo lo posible para evitar comer mucho e incluso me prohibÃa comer los premios dulces que me daba cuando lo consideraba oportuno. Algunas veces no lo conseguÃa y comÃa como habitualmente, es decir, con ingredientes que no me nutrÃan, que me engordaban y que me restaban cantidades ingentes de energÃa y de salud. Y recuerdo una cena de Fin de año. Yo era capaz de comer hasta reventar. Recuerdo tener un plato delante, pero no utilizarlo para servirme lo que iba a comer (algo que es fundamental para saber las cantidades que estás ingiriendo), sino que comÃa y comÃa sin control. Y, como en todas, una vez terminada la cena, llegaban los dulces navideños y comÃa también. Nos quedamos en la sobremesa y seguà comiendo trocitos de turrón, un mantecado de canela, otro mantecado de no sé qué, peladillas hasta que no quedaba ni una sola… He de decir que algunas veces habÃa algo que me permitÃa parar, y era recordar cualquiera de los tropecientos cólicos de vesÃcula que sufrÃa cuando comÃa más de lo normal o cuando mi cuerpo me mandaba señales que ignoraba totalmente. Pero esa noche fue distinta. De repente fui capaz de oÃr un susurro que me decÃa que parara, que esa no era la solución. Pero yo no sabÃa cómo parar, no sabÃa cómo salir de ese cÃrculo vicioso. Y fue cuando supe que ese susurro que habÃa empezado a escuchar. no iba a desaparecer hasta que encontrara la solución. Y asà fue. Cuando terminamos la celebración y me preparaba para irme a casa a dormir ya, recuerdo sentirme llenÃsima, pero a la vez también sentirme extremadamente vacÃa: llena porque mi estómago no permitÃa ya la entrada de un sólo microgramo más de comida, y vacÃa porque sabÃa que eso no tenÃa sentido, que esa forma de comer sin control (aunque aparentemente controlaba la velocidad con la que ingerÃa la comida de cara a la galerÃa), no era una buena señal.
Ahora, pasado el tiempo, sé que me encontraba  muertita de hambre, pero no de una hambre fÃsica, sino de una hambre emocional. Cuando tenemos hambre fÃsica, es porque nuestro cuerpo necesita combustible. Si no podemos elegir, y nos ponen por delante una manzana, nos la comemos sin dudarlo porque nuestro cuerpo sabe que con esa manzana soluciona su problema. Sin embargo, con la hambre emocional todo es distinto. En estos casos, realmente quien necesita alimento es tu alma y tu corazón (o como quieras llamar a esa parte que va más allá de tu parte fÃsica).
» ¿Qué hacemos cuando tenemos ese tipo de hambre? «
Pues un trabajo totalmente diferente. Aquà los trucos, como te comentaba anteriormente, no funcionan. No es algo tan simple, no es seguir unas pautas concretas que sirvan igual para cualquier mujer. En ese caso tendrás que analizar por qué estás comiendo compulsivamente, es decir, con ansia y sin hambre real. No hace falta comer a dos manos y escondiéndose uno de todos para estar comiendo compulsivamente.
En estos casos la clave está en tomar conciencia. De la conciencia me oirás hablar mucho, porque es el punto de partida de cualquier proceso de cambio. Asà que te tienes que hacer la pregunta siguiente:
» ¿Qué es lo que me está llevando a seguir comiendo aunque ya hace un buen rato que mi estómago está lleno? «
Si consigues tomar conciencia de lo que hay detrás de ese acto, habrás dado un paso de gigante. No acalles esa voz, simplemente, mientras vas cogiendo cada nuevo bocado, piensa por qué lo estás haciendo. Sin esto, ningún truco ni ninguna historia te servirá. Te lo aseguro. Muy probablemente no obtengas respuestas sobre la marcha. Pero date tiempo, sé paciente y haz un esfuerzo para saber qué representa cada bocado.
Y ten en cuenta una cosa: cada mujer es un mundo (qué bonito que sea asà ¿verdad?). Una puede percatarse de que bebiendo un vaso de agua deja de tener ese ligero dolor de cabeza y desaparece ese vacÃo en el estómago que le tenÃa a punto de comer un mantecado; y otra no entender por qué sigue comiendo sin tener la más mÃnima sensación de hambre desde hace ya un buen rato.
No hay soluciones milagrosas, pero también es verdad que tienes que empezar por dar ese paso fundamental: hacer una toma de conciencia. Ese primer paso te llevará a dar otros muchos con los que conseguirás una de las cosas más importantes: empezar a sentirte en paz contigo misma y con el mundo.
Espero que esto te permita empezar ese viaje de autodescubrimiento y cambio hacia una vida más plena.
Un abrazo y felices fiestas,
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