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Cuando cambias tus propósitos de año nuevo nada más comenzar el año

¿Qué tal? ¿Cómo fue ese comienzo de año? ¿Cómo fueron esos reyes? Yo, como comentaba en algunas redes sociales, empecé el año con una semanita de vacaciones. Imagínate lo rico que fue. O no… quizá no fue tan rico. De hecho, como resultado de esa semana totalmente inesperada, te traigo este post.

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Como te decía justo antes, el comienzo del año, a pesar de tener vacaciones, no fue nada rico. Y es que estrené el año con una buena gripe. Sí, de esas que te tienen KO durante más de una semana. Los primeros cinco días mi temperatura mínima era de 38; a la máxima le faltaban 3 décimas para 40. Cogí la gripe porque me la pegaron y, aunque puñetera gracia que me hizo, durante todos esos días en los que no puedes hacer prácticamente nada más que ser, estuve pensando lo que antes ni se me habría pasado por la cabeza. 

Me di cuenta de que no recordaba si me había cogido una gripe alguna vez, al menos no en los últimos 10 años, pero «bueno, tampoco es para dramatizar ¿no? Es simplemente una gripe». Y sí, fue solo una gripe, pero estuve realmente jodida porque no me acordaba de lo que era estar así. Además, necesitaba unas vacaciones y, con esa gripe, se fueron al traste. El último regalo que hubiese esperado la noche y el día de Reyes fue pasarlo en una cama tiritando de frío y sintiendo que mi cabeza iba a estallar porque no bajaba de 38 en ningún momento.

Resultó que, en esos momentos en los que parecía que todo se calmaba un poco, hice un análisis profundo de la situación y llegué a varias conclusiones y decisiones. Empecé preguntándome que qué tenía que ver yo en todo eso. Lo fácil hubiese sido echar la responsabilidad a quien me pegó el virus, pero sabía que esa no era la solución. Para serte sincera reconozco que los primeros días sólo pensaba en ese hecho, en el que alguien me había pegado el virus. Sin embargo, me di cuenta de que esa idea no me daba calma, sino todo lo contrario: entraba en una espiral de culpas que sólo me recordaban a esa persona que fui y que había decidido un día dejar de ser.  Así que seguí analizando, rascando para ver hacia donde iba.

«Ok, tu sistema inmune se encontró frente a un virus potente y perdió la batalla ¿Por qué? Ahí es donde tienes que indagar, Espe», me decía una y otra vez. Y mi cabeza volvía a la culpa, mi cabeza volvía a no asumir responsabilidades. Pero finalmente me deshice de esa necesidad de no mirar la viga de mi ojo y la respuesta apareció clara: «tu sistema inmune está bajo mínimos, de modo que ¿qué puedes hacer frente a tan implacable enemigo?»

Y claro, el análisis continuó. Me di cuenta de que realmente no había hecho la reflexión y planificación que forman parte de mi ritual de fin de año. No los hice porque no tenía tiempo y porque había decidido hacerlo durante mis vacaciones, aunque más o menos tenía claro por donde iban a ir los tiros. Pero mis vacaciones llegaron acompañadas de algo que no podía esperar. Así que empecé a hacer mi ritual de una manera diferente, en una cama tapada hasta las orejas con escalofríos y, acto seguido, sudando como un pollo. Y me di cuenta de detalles importantes en los que no había reparado en otras ocasiones, lo que supuso que llegara a conclusiones a las que no hubiera llegado si hubiese analizado todo el 31 de diciembre.

Y es que empecé a ver las cosas desde otro prisma, como si simplemente girando un poco el foco se iluminara una parte del escenario que antes había estado a oscuras. Porque había mucha gente que me había dicho lo que ellos claramente veían: trabajas demasiado. Pero, donde ellos me señalaban, yo solo veía oscuridad. Sin embargo, estando allí en la cama, fue cuando, de repente, vi como esa parte del escenario donde estaban mis miedos, mis añoranzas, mis anhelos, mis sueños, mis bloqueos… dejaba atrás la oscuridad y se inundaba de luz. Y vi que los últimos tres años habían sido realmente frenéticos, que cada vez me centraba más y más en mi objetivo de ayudar a los demás, en enseñarles a que se cuidaran, sin tener en cuenta mi propia salud. Es paradójico, sí, pero ha sido así. Y la premisa fundamental que debe tener en cuenta cualquier persona, y más si te dedicas a ayudar a otros, es la de ayudarte y cuidarte primero a ti mismo. Si no, no puedes ayudar a nadie.

De modo que he hecho borrón y cuenta nueva de esos propósitos que al finalizar el año me iba a marcar para este 2017, porque empezarlo como no me esperaba ha sido una señal de mi cuerpo de que no lo estoy cuidando como un día me prometí que siempre haría. Así que, aunque sé que voy a tener que hacer un esfuerzo, voy a bajar el ritmo. Me centraré en mis clientes, en los que están y en los que lleguen. Seguiré con mis cursos de formación a otro ritmo. Y todos los demás proyectos se irán sacando mucho más lentamente, sin prisas y sin agobios.

Y una de las cosas que se va a haber afectadas en mi participación en las redes sociales. Es verdad que en el último mes no estaba tan conectada porque ese tiempo se lo dedicaba a otros proyectos, a otros cursos, etc. Pero con este análisis he decidido que las cosas deben cambiar. Así que ahora subiré de vez en cuando fotos, cuando pueda, cuando no quite ese tiempo a comer de manera consciente, a pasear, a disfrutar, etc. O no, quizá desconecte al 100% durante un tiempo.

Y esto se convertirá en una prueba para mí. No es que yo fuese una persona que viviera por y para las redes sociales, pero sí invertía cierto tiempo y, sobre todo, energía. La energía se me iba porque, inevitablemente, tenía la manía de ver si alguien se había unido a esta filosofía de vida que empecé a compartir con todos vosotros hace unos años, y a compararme con otras personas, y eso desgasta mucho. Claro, mi meta es ayudar a cuanta más gente mejor, y está claro que es más fácil poder cambiar la vida de la gente si hay muchas personas que te conocen. Sin embargo, ¿qué es lo realmente importante? La respuesta válida para mí es lo que consigues hacer con aquellos que están al otro lado de la pantalla. 15k de seguidores están muy bien, pero una persona que cambia su concepto de la salud y del bienestar es mucho más. Y yo soy seguidora de mucha gente maravillosa que hay por ahí, pero también en mi camino ha habido gente que me ha transformado la vida. Y eso es lo que pretendo. Y para eso tengo que volver al origen y recordar.

Así que en esas estamos, a este día de finales del mes de enero, con unos propósitos en mente totalmente distintos a los que tenía hace menos de un mes. Y sí, tengo algo de miedo, pero también ganas porque sé que voy a hacer un trabajo personal que me ayudará a crecer como persona y como profesional. Porque es muy fácil esconder los miedos en un rincón debajo de la cama, pero la idea es ponerte delante de ellos y ver qué tienen para ti ¿no te parece?

Te mando un abrazo muy grande,


PD: Si quieres compartir conmigo qué decisiones has tomado últimamente y que te han costado, yo encantada.

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