Estás en la cola del supermercado y justo delante de tus narices tienes todo un stand lleno de golosinas de todo tipo. Entre ellas encuentras cajas pequeñas de bombones y todo tipo de chocolatinas. Ya estás perdida. Es en ese preciso momento cuando la imagen de una chocolatina entra en tu cabeza. Tu cerebro sabe que estas golosinas contienen cantidades importantes de grasas y de azúcar, de modo que libera una serie de sustancias químicas que intensifican tu deseo por coger una (o un par) e incluirla en el carro de la compra; sí, en ese donde sólo habías puesto los ingredientes necesarios para seguir la dieta de esta semana. Y la tentación por comerte una chocolatina aumenta con cada segundo que pasa.
Este artículo no tiene nada que ver con enfermedades autoinmunes pero seguro que es de gran ayuda para muchas personas.
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Yo y mi eterna devoción por el chocolate
No estoy describiendo a ninguna desconocida. Esa era yo hace unos años. Y es que siempre adoré el chocolate. De hecho, me volvía loca por cualquier postre que contuviera este delicioso ingrediente. Cuando salía a comer fuera los fines de semana, cosa que era algo bastante frecuente, creo que nunca me salté un postre y menos si estaba hecho con chocolate. Y si no había de chocolate, me pedía de otro tipo. La cuestión era que al final de la comida cayese algo con mucho azúcar. Daba igual que estuviera a punto de reventar, lo que importaba era no irse una del restaurante sin haber probado alguna delicia de la carta.
Mis intentos fallidos
Sin embargo, llega un día en que eres consciente de que tienes un serio problema con los dulces y, especialmente, con el chocolate. Te miras al espejo y ves que esos kilos que cogiste hace demasiado tiempo no tienen la intención de irse. Así que pruebas de todo para dejar tu adicción y así te ayude a bajar de peso, pero te das cuenta de que no hay forma humana de no desear comer unas cuantas onzas. Intentas estar una temporada sin tomarlo, pero lo sumo a lo que llegas es un par de días. Días, todo sea dicho de paso, que pasas fatal.
Recuerdo que una de las estrategias que intenté en los últimos años antes de mi cambio fue sustituir el chocolate con leche por chocolate negro. Puajjj, no había forma humana de que me gustara, aún así me lo comía. Yo me quedaba más tranquila porque me decía: este es chocolate sano; de éste sí puedo comer. Y con esa licencia, ahí que me pegaba yo mis buenos atracones porque, una vez que la primera onza entraba en mi boca, tragaba sin saborear. Aunque he de reconocer que realmente no era de las personas que saboreaban las cosas, incluido el chocolate con leche. Era ansia pura y dura por comer y comer, por llenar un vacío que parecía que no tenía fin.
schokoladen scharf / hot chocolate
¿Por qué era adicta al chocolate?
Pero ¿qué era lo que me estaba pasando? ¿Por qué era una adicta al chocolate? ¿Había algo malo en mí? ¿No tenía la suficiente voluntad para controlar mis impulsos de lanzarme por una tableta de chocolate y acabármela de una sentada? Por aquella época no tenía ni idea qué era lo que ocurría. Pensaba que había mujeres, como yo, que no podíamos controlar nuestro deseo por el chocolate, que éramos auténticas adictas. Sin embargo, encontré las respuestas a estas preguntas cuando me estaba formando como Coach de Salud, lo que me permitió entender qué era lo que me había pasando durante tantos años.
Uno de los principales motivos era porque mis niveles de magnesio estaban bastante bajos. Eso hacía que me decantara siempre por elaboraciones que tuvieran este ingrediente. ¿Por qué con chocolate? Pues porque el chocolate es el alimento que más magnesio tiene. El cuerpo es listo y sabe lo que necesita.
Así que, teniendo en cuenta todos los cambios que yo hice y toda la información que me llegó y me sigue llegando con mi formación, te puedo asegurar que puedes hacer mucho para que esa adicción desaparezca de tu vida.
6 trucos infalibles para decir adiós a tu adicción
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Revisa tu alimentación
Comprueba que estás haciendo una ingesta adecuada de macronutrientes (hidratos de carbonos, proteínas y grasas), micronutrientes (vitaminas y minerales) y oligoelementos. Ten en cuenta que, si tu cuerpo está falto de grasas saludables, cuando vea una chocolatina, por ejemplo, se va a lanzar en picado a por ella porque sabe que ahí encontrará algo que calme su necesidad.
Aumenta tus niveles de magnesio
Comprueba que no tienes ninguna carencia de minerales ni de vitaminas porque estos te pueden llevar a querer consumir constantemente chocolate y otro tipo de alimentos nada beneficiosos para tu salud.
Pon especial atención en aumentar el consumo de magnesio. ¿Cómo? Pues incorporando a tu dieta aquellos alimentos que contengan cantidades importantes de este mineral, y que a la vez no te perjudiquen, como es el caso del chocolate. Alimentos ricos en magnesio son las hojas verdes (espinacas, acelgas, col, etc.), los frutos secos y semillas (semillas de calabaza, semillas de sésamo, almendras, anacardos, etc.), los cereales integrales (arroz, quinoa, mijo, etc.), etc.
Alcaliniza tu dieta
Ten en cuenta que, si tu dieta es altamente acidificante (consumo elevado de productos precocinados, bollería industrial, productos de origen animal, etc.) tu cuerpo va a necesitar minerales alcalinos (como el magnesio, el calcio, etc.) para poder contrarrestar esa situación tan peligrosa. Lo que hará que tengas una deficiencia de magnesio importante y… vuelta a lo mismo. Te falta magnesio, tu cuerpo te pide chocolate. Es un círculo vicioso que no se acaba nunca.
Apuesta por la agricultura ecológica
Hoy en día, la tierra presenta niveles muy bajos de magnesio, por lo que comer frutas y verduras procedentes de la agricultura convencional no ayuda a que los niveles de minerales, vitaminas y otros oligoelementos (especialmente el magnesio) sean los adecuados.
Reduce tus niveles de estrés
Sí, el estrés es un factor que está estrechamente relacionado con muchas enfermedades y uno de los motivos es porque conlleva a que las reservas de minerales alcalinos se vean seriamente afectadas. Estos nutrientes son los responsables de miles de reacciones enzimáticas que son imprescindibles para que nuestro cuerpo funcione adecuadamente. Si no disponemos de ellas, todo empieza a fallar.
Pásate a la versión saludable
Y es que no tienes que renunciar al chocolate. Bueno, al chocolate sí porque, en el fondo, te da más disgustos que otra cosa (el placer al comerlo es solo temporal y luego nos invade un sentimiento profundo de culpa en la mayoría de los casos, sin contar con cascada de reacciones que supone comerlo de manera habitual). Sin embargo, lo único que tienes que hacer es olvidarte de la versión perjudicial y pasarte a la versión saludable: el cacao puro.
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Pero del cacao puro y del mundo maravilloso que está a punto de abrirse ante ti, te hablaré el próximo día. No te lo pierdas 😉
Un abrazo,
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