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¿Qué es una enfermedad autoinmune realmente?





En el último post (La verdad de por qué la medicina no puede curar las enfermedades autoinmunes), hablaba de los tres motivos principales por los que la medicina oficial etiqueta a las enfermedades autoinmunes de incurables y crónicas. Como parte del proceso autoinmune que estás viviendo, es imprescindible que profundices en cada uno de ellos porque esto te permitirá transformar tu mirada y empezar a actuar desde un lugar que favorezca tu sanación. Hoy indagaremos en el primero de todos: considerar que una enfermedad es igual a un conjunto de síntomas.


 

EXTIRPAR EL PROBLEMA

Recuerdo perfectamente la conversación con el cirujano que me extirpó mi vesícula biliar al par de años de ser diagnosticada con el síndrome de Sjögren. La verdad es que estos capítulos de mi vida parecen que corresponden a otra persona; pero, sin duda, son míos… los viví.

La cuestión es que el médico me estaba realizando la entrevista previa que se lleva a cabo a cualquier paciente que se va a someter a una intervención quirúrgica. El cirujano me preguntaba por mis enfermedades, mis síntomas y mi tratamiento, dado que estaba al tanto de mi autoinmune (en aquel momento aún no había desarrollado la hepatitis autoinmune).


Cuando estaba prácticamente acabando, me dijo que no me preocupara, que me quitarían esa vesícula que tantos problemas me había dado y que tan peligrosa resultaba dado el estado en el que se encontraba. Añadió “yo te voy a curar, no como tu reumatólogo; los reumatólogos no pueden curar”.

Recuerdo perfectamente esta anécdota porque me llamó la atención la rivalidad existente entre especialidades médicas, algo que yo desconocía y que, sinceramente, me daba bastante igual. Yo, como cualquier persona que entra por las puertas de un hospital, lo único que pretendía era que me aliviaran los dolores y que me curaran.

Su comentario dejaba ver claramente que él sí consideraba un médico capaz de curar; mientras que a sus colegas reumatólogos, no los tenía en esa consideración. ¿Por qué? Pues, porque, como cirujano, él sí iba a solucionar mis problemas, no solo haciendo desaparecer los cada vez más frecuentes cólicos biliares al extirparme la vesícula, sino que iba a evitar que en el futuro el problema se agravara al desencadenarse una pacreatitis, por ejemplo.

Sin embargo, el comentario del cirujano me dio mucho que pensar, especialmente cuando empecé a transitar mis autoinmunes desde un lugar totalmente diferente al convencional. Según realizaba ese cambio de mirada, tan necesario para poder transformar mi situación, era capaz de analizar aquellos aspectos que estaban favoreciendo de distintas maneras que yo, como paciente, siguiera siendo una paciente, y que, por tanto, me estaban impidiendo sanar.



IMPEDIR LA APARICIÓN DEL PROBLEMA

De modo que, de cara al cirujano, un reumatólogo no curaba. Y no era capaz de curar porque el reumatólogo a lo máximo a lo que podía aspirar era a impedir la aparición de los síntomas característicos de mis enfermedades autoinmunes, pero no eliminar la aparente causa de ellos. Y en parte el cirujano tenía toda la razón del mundo.

Lógicamente, cuando esos síntomas son mortales, como puede ser, por ejemplo, la taquicardia característica del estado hipertiroideo de los pacientes que tienen la enfermedad de Graves-Basedow, una patología autoinmune, tiene todo el sentido del mundo que cualquier médico impida la aparición de dichos síntomas.

Por suerte, como te comentaba en el artículo ¿Cuál es la solución de la medicina a las enfermedades autoinmunes?, la medicina oficial es la mejor para tratar las urgencias. Ahora bien, el cirujano no se refería precisamente a estos casos en los que paliar un síntoma es sinónimo de salvar la vida de la persona.

Él se refería más bien a las tantas enfermedades autoinmunes en las que el único trabajo que hacen los especialistas correspondientes es mitigar síntomas, prescribir medicación de por vida y observar cuidadosamente los efectos secundarios de los tratamientos y la evolución de la enfermedad.

ELIMINADO EL SÍNTOMA ¿ELIMINADO EL PROBLEMA?

Sin embargo, ¿tenía sentido que el cirujano sí considerara que él, al extirparme la vesícula biliar, me estaba curando? En aquel momento y durante muchos años mi respuesta fue un rotundo sí. Quizá tú también opines como yo en aquella época, pero déjame que te explique por qué extirpar un órgano que nos está dando problemas no es la verdadera solución.


Según el propio cirujano, él sí me iba a quitar un problema de encima, literalmente. Iba a extirpar una vesícula inflamada, llena de cálculos que, no solo me estaba causando cólicos cada vez más dolorosos y duraderos, sino que iba a evitar un mal mayor, como podía ser una pancreatitis, algo que puede ser mortal.

Pero ¿por qué el cirujano creía que él si me iba a curar y mi reumatólogo no? La respuesta me llegó cuando tomé consciencia de que para la medicina oficial los síntomas son equiparados a la enfermedad, cuando esto no es así.

De modo que, desgraciadamente, ni el cirujano, al extirparme la vesícula; ni el reumatólogo, mandándome un pastilla para evitar dolores, me estaban curando, ni lo podrían hacer. Ninguno de los dos. Sin excepción.

QUÉ ES LA ENFERMEDAD

Como acabamos de ver, la medicina considera que hablar de enfermedades es igual a hablar de síntomas y signos. De hecho, un conjunto particular de síntomas recibe un nombre, una etiqueta, que pasa a ser el nombre de la enfermedad.

De este modo, según la combinación de síntomas y signos que presente una persona, estaremos frente a una artritis reumatoide, una tiroiditis de Hashimoto, una esclerosis múltiple o una diabetes mellitus tipo 1. Ahora bien, ese nombre, realmente no nos aporta nada, especialmente a nosotros los “pacientes”.


Porque la enfermedad es mucho más que un conjunto de síntomas y signos. En realidad, la enfermedad es un estado del ser, incluso, más preciso, la enfermedad es un proceso, como lo es la salud. Por lo general, hacemos referencia a las distintas enfermedades existentes, utilizamos las distintas etiquetas que se les han designado a la suma de distintos síntomas.

Por eso hablamos de enfermedades, pero no hablamos de saludes, aunque ambos sean estados, condiciones, en las que nuestro cuerpo se puede encontrar. ¿Por qué, teniendo la misma naturaleza, uno es usado en singular y el otro en plural? Pues, por el mismo motivo por el que la medicina considera que eliminando los síntomas, se eliminan las enfermedades, porque consideran que hablar de enfermedad es hablar de síntomas.

Sin embargo, lo que hace el cuerpo de una persona es mostrar esas dos polaridades, salud o enfermedad, nada más. Y ¿Cómo lo hace? Con la ausencia o la presencia de los síntomas. Los síntomas son el instrumento que utiliza algo mucho más profundo en nosotros, la consciencia, para llamar nuestra atención. De manera que enfermedad solo hay una, como solo hay una salud. Eso sí, síntomas hay cientos, miles probablemente.

El cuerpo es un instrumento que, a través de los distintos síntomas, nos revela que hay enfermedad, no una enfermedad. Los síntomas se producen en el plano físico, en el cuerpo, pero no ocurre lo mismo con la enfermedad. La enfermedad no tiene origen en el cuerpo, sino en el plano de la consciencia.

El cuerpo no hace nada por sí mismo. Si no, solo tienes que pensar en un cadáver para darte cuenta de que es así. Un cadáver es un cuerpo (materia), pero sin vida (espíritu) y sin conciencia (alma). De modo que el cuerpo sirve de escaparate para mostrar, a través de los síntomas, una información que procede de la conciencia. Y como este aspecto es fundamental que lo entiendas si quieres transformar tu situación actual, lo trataremos con más detenimiento en otro post.

Un abrazo,






P.D.: Te adelanto que en el próximo post profundizaré en el concepto de por qué eliminar el síntoma no es la solución. Suscríbete a la newsletter, si no lo has hecho ya, y así sabrás cuando lo puedes leer.


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